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La CORRUPCIÓN es el birrete del propio estado (II)

Cronología de la corrupción a vista de pájaro.

En un breve repaso por la cronología de la corrupción española, sin remontarnos más allá del siglo XVII, para no perdernos entre las ramas, observamos, que algunos personajes de la historia han puesto el listón de la perversión de la inmoralidad tan alto, que los acólitos actuales son simples neófitos en el arte del delito que aquí nos trae. Aunque hay que reconocer que son delincuentes más elaborados para moverse al filo de la legalidad.

Partiendo de uno de los mayores corruptos de la Spain imperial, un tal Duque de Lerma, favorito del III de los Felipes (S. XVII), inició la carrera de la corrupción desde la base, llegando a lo más alto de la profesión, tocando todos los palos de la baraja, allí donde el delito económico podía sentar cátedra. Salpicando todos los entornos de la realeza, la política, las finanzas y la iglesia, donde llegó a manipular para ponerse el capelo cardenalicio y así evitar que lo ejecutaran junto a su secretario. Y es que lo de estar aforado no se estilaba aún, pero, para eso estaba la Iglesia, que daba inmunidad a cualquier delito. Una coplilla del tiempo, decía: “para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España se viste de colorado”.

Quevedo, los veía, en el escenario cortesano, como políticos corruptos e ineptos. Incluso dejó escrito aquello de “¿A qué vicio no ha abierto la puerta con llave de oro la avaricia?”.

Este Duque, fue un maestro de la corrupción, consiguiendo trasladar la Corte de Madrid a Valladolid, donde había comprado grandes propiedades con anterioridad, a precio de saldo, para revenderlas o alquilarlas a los cortesanos que llegarían de Madrid, y cinco años después, hizo el pelotazo a la inversa,  ya que había adquirido viviendas en Madrid, casi abandonadas por los cortesanos que se habían trasladado anteriormente a Valladolid, desde Neptuno a Atocha, el kilómetro de oro. Y consiguió retornar la Corte, de Valladolid a Madrid, otra vez, dando el mayor pelotazo con el “ladrillo”, conocido en la historia, en un malabarismo difícil de igualar. Especulaciones inmobiliarias que agrandaron su patrimonio hasta llegar a ser el más rico del reino. Entre ellas la del palacio de don Francisco de los Cobos, que después se convirtió en el Palacio Real. Ríete tú del pelotazo de “Paco el Pocero” en Seseña, o del caso Gürtel, o de los ERES, para repartir vergüenzas, o de los “fondos buitres” gestionados por el hijo de Aznar.

Al Duque de Lerma casi lo elevan a los altares como el patrón de los corruptos. No entrando en el lote corrupto: la venta de prebendas y otros chanchullos de menor cuantía.  Eso sin desacreditar a los Borbones posteriores, que brillaron en el arte de la corrupción por méritos propios.

Para empezar, por alguno de ellos de gran enjundia, veamos que tal lo baila “El rey Felón”. Un tal Fernando VII, que vendió la corona española, es decir, su finca personal, junto al trono, a Napoleón, por una pensión vitalicia de 4 M de reales anuales (unos 200 M de euros actuales), sin desairar el complot del Motín de Aranjuez, para echar a su padre, Carlos IV, del trono. Napoleón decía de él, del Felón, que “era indiferente a todo, muy material, un glotón y no tenía ni idea de nada, muy estúpido y muy mezquino”, lo cual era traducido desde la mirada española como “campechano vulgar y capacidad para el disimulo, mostrándolo como un rey próximo a sus súbditos, incluso amable”. Lo de campechano va unido a lo de putero.

Con su cuarta esposa, María Cristina, tenían un “bolsillo secreto” con fondos reservados del erario público que servía a la camarilla del Palacio (un contubernio de políticos, militares y financieros que orbitaban alrededor del trono). “Un bolsillo secreto”, valorado en 78 M de reales, equivalentes de 3.900M de euros actuales). Algo similar a lo que el “emérito” tiene en sus bolsillos secretos. Se decía que “no hay negocio en el que la reina-madre no tenga intereses”. Con la compañía de su “favorito” un tal Godoy, que llegó a ser el primer Generalísimo de España.

La siguiente en el periplo corrupto, la tenemos en Isabel II, que escapó, o huyó, por lo múltiples escándalos, de todos los colores y pelajes, conocida por su desenfrenado derroche y vergonzosa avaricia, por no hablar de las publicaciones de la revista satírica “Gil de Blas” donde los hermanos Bécquer dejaron su impronta sobre la frivolidad de la corte (“Los Borbones en Pelotas”, bajo el curioso seudónimo de SEMEN, o V. SEMEN)), que merece otro apartado del “Putiferio Nacional”.

Su reinado estuvo vinculado al desarrollo del ferrocarril y la entrada de inversión extranjera, francesa e inglesa, con el intercambio de “favores” por las denominadas “puertas giratorias” para que los políticos ocuparan los sillones en los consejos de administración. Y es que la cosa no es nueva, ya estaba inventada. También, estaba el tema de las comisiones que percibía la reina por las contratas ferroviarias, así como acciones de las empresas que participaron. (Marc Pons, en “La historia fosca dels Borbons”).

El presidente del gobierno O’Donnell definió la España de la época “por tanta corrupción, como un presidio suelto” (M.A.Ordónez). También, señala que las dos “enriquecieron a sus ‘camarillas’ por medio de contratas públicas, subvenciones amañadas, sobornos y pelotazos en la bolsa con información privilegiada”.

Es oportuno sacar a relucir el caciquismo de la España profunda. Retratado tan ejemplarmente en los sainetes de Carlos Arniches, especialmente en el titulado: “Los Caciques” (1920), donde nos muestra un alcalde corrupto, y su doble rasero aplicado a los miístas y a los otrístas , “se denuncia la corrupción, con pasión ‘alharaquienta y vocinglera’, si es el otro, en cambio a los miístas se les justifica los excesos” (MA. Ordóñez)

El penúltimo de la saga borbónica, un tal Alfonso XIII, y digo penúltimo, porque el “heredero puesto a dedo por el dictador” ha sido un diamante el bruto, en este terreno de la corrupción, al amparo de la Constitución del 78 y “protegido” por el bipartidismo (léase PSOE-PP)

Siguiendo con el XIII de los Alfonsos, la historia lo retrata con “un rey perjuro”, como su bisabuelo “El rey Felón” que juraron fidelidad a las Constituciones del momento y después apoyaron a las dictaduras contemporáneas.

Un rey carente de iniciativa política pero un auténtico “enfermo sexual”, producto de los genes de sus antecesores o antecesoras. Aunque lo suyo era, además de “picaflor”, utilizar información privilegiada para sacar tajada de los “negocios” (HispanoSuiza, Transmediterránea o Metro) y, a través, de un club galguero, donde se lucraba de las apuestas cruzadas en las carreras de galgos, se le hacía transferencia de los “beneficios” a algunas sociedades con testaferros. Un buen maestro del futuro emérito.

Valle Inclán, llegó a decir de él que: “los españoles han echado al último Bobón, no por Rey sino por ladrón”. En su huida llevada en el baúl de los recuerdos, unos 140 millones de euros actuales

No lo dejo por aquí que la cosa de las corruptelas no perdona ni República, ni dictadura, ni siquiera la “democracia plena”

Esto continúa.

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