Agora de Historia y Opinión

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  • (V) LA CRISIS SISTÉMICA DEL ESTADO ESPAÑOL. La corrupción política baja hasta el franquismo, pasando por la II República.

    La llegada de II República no evitó que la corrupción política remitiera, sobre todo, en la segunda etapa republicana. Parece ser que las reformas proyectadas por la nueva República, no sentaron muy bien a un sector político que no estaba por la labor del “cambio”. Por un lado, la agraria, por otro la militar que estaba haciendo aguas desde lo de Annual, una derrota militar en el Rif que dio lugar al escandaloso “Informe Picasso”; que sacudió las patas del trono borbónico. Por otro, lo de la separación de la Iglesia y el Estado levantaba ampollas entre las sotanas y los partidos del relicario, y ni que decir de la otra reforma, la que recogía las reivindicaciones de Cataluña, País Vasco y Galicia  Dos etapas claras, la del “bienio reformista” (de 1931 a 1933), que ponía en marcha la modernización de España republicana, y la segunda etapa, el “bienio negro”, donde el gobierno de la derecha anuló las reformas agrarias y la militar y puso la República a los pies de los caballos militares..

    En 1935, se instaló, en los casinos de San Sebastián, una ruleta manipulada con comisiones al Partido Radical, llamada “Straperlo”. El líder de este partido era Alejandro Lerroux, el que sacó delantera a Casado en lo de obtener títulos, sacó la carrera de Derecho en un solo día y con matrículas honor, implicado en numerosos escándalos, en que el de menor entidad fue Straperlo,, desde las concesiones de recogida de basuras a sobornos, muy moderno en la actualidad, pero ya traía pedigrí. De ahí el nombre que, en el franquismo, se dio a los contrabandos internos.

    Y ya entrando en materia, nos damos de bruces con la corrupción franquista.

    Hablar de política en la época franquista es algo complejo, ya que el dictador unificó todos los partidos y grupos afines en un único partido: FET y de las JONS. “El Decreto de Unificación de partidos de 19-abril-1937 obligó a Falange a la fusión con otros grupos de características similares: los carlistas de Comunión Tradicionalista, la agrupación de partidos de derecha asociados en la CEDA, monárquicos y alfonsinos y otros grupos de derechas, como la Unión Patriótica. El partido único pasaría a llamarse: FET y de las JONS”. Uno de cuyos componentes fundamentales era el “nacionalismo españolista radical. En tanto que cualquier sospecha de oposición había sido ilegalizada o reprimida. Una represión que comienza en el momento mismo de la sublevación. Es una violencia política para subyugar a los vencidos y combatir la disidencia. El principal responsable de la conspiración antirrepublicana, el general Emilio Mola, dictó el camino a seguir contra aquellos que se opusieran a la sublevación, mediante instrucciones: “la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado”. O aquella otra: “Hay que sembrar el terror, hay que dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros”. Un aparato represivo con diversos objetivos, según las conveniencias del Nuevo Estado, con todos los que se oponen a este nuevo orden político. Y uno de estos objetivos es la disuasión y lo que puede costar ir en contra sin seguir los códigos que se establezcan.

    Con este panorama, los políticos no podían medrar por méritos propios, lo hacían ejerciendo la política represiva en todos los entornos, ya sea local, provincial o nacional. También había un elemento muy importante relacionado con la Iglesia católica. Si bien, no es tratado en este apartado, la Iglesia forma parte de la corrupción política, pero sólo es a nivel colateral.

    Aunque las características principales, de este Partido Único, eran: centralización y jerarquización. No perdamos de vista la primera que, va a estar presente en los diferentes gobiernos que sucederán desde la primera etapa de partidos: UCD, AP, PSOE y llevan consigo el marchamo de la centralización, aunque después de la CE del 78 se tienen que guiar por el autonomismo del “Café para todos”, pero el sistema mantiene la “coraza” del “bunker franquista”.

    Sin entrar de lleno en las “mamandurrias” de lo que se llamaba “donaciones del pueblo”, como la del Pazo de Meirás, o la finca del Canto del Pico, un palacio en Torrelodones, donde transcurrió gran parte de la vida política del siglo XX, algo así como una finca de cacería, al estilo de la “Escopeta Nacional”, donde los favores y los permisos de importación, comercialización de la Vespas” para un cirujano por ser el yernísimo de Franco, eran lo cotidiano.

    El otro apartado está el “Caso Redondela” o el de la empresa REACE, con un fraude de aceite sobre el vaciado total de los depósitos que deberían estar llenos, unos 4 millones de litros desaparecidos en los bolsillos de los corruptos. Curiosidad es que el presidente del Tribunal que llevo el caso era un tal Mariano Rajoy Sobredo, padre de un tal MpuntoRajoy, y en el consejo de Administración estaba un tal Nicolás Franco, hermanísimo del dictador. También implicado en el “Caso Manufacturas metálicas madrileñas”, donde era mayor accionista. Resultado: desaparición del sumario, muertos maquillados de muertes naturales que no pudieron testificar, la prensa “amordazada” por un ministro llamado Pio Cabanillas, que no informó lo suficiente. El premio de consolación para el padre Rajoy: un notario y tres registradores de la propiedad, batiendo marcas de precocidad en sus cuatro retoños (Agustín GUILLAMÓN, 2020, SerHistoria).

    Nada que envidiar, El “caso MATESA”, considerado el primer gran escándalo de corrupción durante el franquismo. La primera empresa del textil, con 10.000 millones de pesetas (1.400 M euros, al cambio actual) en créditos para exportaciones, que 2/3 de ellas fueron falsas. Una empresa bajo el paraguas del Plan de Estabilización de 1959. Implicados varios ministros (Fraga y Solís salieron del gobierno), “por negligencia”, pero con el indulto bajo el brazo sin solicitarlo. Los falangistas culparon a los ministros “tecnócratas del Opus Dei. Uno de los pocos casos que salió a la luz en el franquismo.

    El “Caso SOFICO”, inmobiliaria de la Costa del Sol. Una estafa y un fraude por valor de 13.000 millones de pesetas. Ya en 1981, se declaró oficialmente en quiebra. Estaban implicados ministros, militares y altos cargos del régimen.

    Una época en que las empresas dejaron su eficiencia económica a un lado, para depender de la obtención de rentas políticas, a manos de las administraciones públicas, con la connivencia del sindicato vertical.

    José Luís de Vilallonga, en “Memorias no autorizadas”, dejó el siguiente retrato: “El franquismo se mantenía vivo por el señor que hacía negocios respaldado por un miembro del Gobierno, por el diplomático que aceptaba puestos sabiendo que no tenía competencia para ocuparlos, el militar que ascendía rápidamente sin librar batalla alguna y el propietario que seguía pagando salarios de miseria a sus obreros agrícolas. Franco (…) nos corrompió a todos, a los unos con dinero, a los otros con honores, cerrando los ojos a las ilegalidades que se cometían en las altas finanzas, repartiendo a diestro y siniestro prebendas, puestos o eso que el pueblo llama más sencillamente “enchufes”…

    Continuará

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