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Reseña: Para que han servido los libros

« ¡Deja ya de leer y ponte a hacer algo útil!» Una frase que lo dice todo para los que hace bastantes años intentábamos hacernos amigos de los libros.

Así nos introduce en la obra el profesor de la Universidad de Zaragoza Ignacio Domingo Baguer que ha escrito un ensayo sobre la importancia del libro, o sobre la defensa del libro, y el papel desempeñado en toda la historia de la escritura.

La obra es un resumen de la historia de la palabra escrita y una síntesis de la historia del libro. Un libro que le costó nacer, que vivió durante muchos años con una gran euforia y que, parece ser, las nuevas tecnologías lo hacen languidecer.

La competencia de los medios audiovisuales, los documentales, la oralidad ilustrada (nos dice el autor), no puede suplir a la lectura de un libro.[1]

La extensa bibliografía empleada habla por sí misma de la profusión de datos contrastados que se haya por toda la obra.

El autor nos incorpora al libro comenzando con un repaso al sistema de educación en España, basado en los informes emitidos por organismos oficiales, internacionales y españoles, de los años 200 al 2006.

  • El informe PISA
  • El estudio de la IEA, PIRLS,
  • El «Barómetro de Hábitos de Lectura», después de los 13 años se lee mucho menos.

Todos llegan a la conclusión de que “Los alumnos españoles tienen un problema de lectura…!

Su crítica se extiende más allá de los alumnos de primaria o secundaria. Arremete contra los universitarios y sobre todo contra la Universidad española el siglo XXI donde los “analfabetos secundarios” alcanzan su nivel de excelencia.[2]

Nos habla del analfabeto funcional o del analfabeto de segunda, como un freno de la sociedad, que va a remolque por su incapacidad para actuar eficazmente en su grupo social.

Transforma su aprecio por los libros en un arrebato contra aquellos que lleguen un día a saludar la muerte del libro, biblioclastia llama a la fobia hacia los libros y las bibliotecas[3].

Muestra su preocupación porque las “hordas de iletrados lleguen a ser los líderes políticos y sociales del día de mañana”.

No está tan lejos esta observación, si miramos en los medios de comunicación el vocabulario que se utiliza, tanto por los políticos como por los propios periodistas.[4]

El ensayo está dividido en cuatro capítulos, que no impiden a separar las ideas fundamentales de la obra, sino que las fusiona y se hacen presentes en toda la lectura:

  • El hombre alfabético.
  • La cultura del libro.
  • La cultura de la lectura.
  • La memoria del libro.

En el primer capítulo camina por la historia de la escritura recorriendo todas las fases de la palabra, desde los primeros símbolos, pasando por los fenicios, los romanos y los griegos, exponiendo cómo la escritura iba ligada al comercio y se extendía al mismo ritmo de las colonizaciones.

La revolución griega ligada al hombre alfabético y su forma gradual de transmitirse. La forma oral de la palabra enfrentada a la escritura y a la lectura, reflejada en el diálogo entre Sócrates y Fedro. Un Sócrates que rechazaba la escritura porque iba en detrimento de la memoria, burlándose de los libros.[5] En cambio,  Aristóteles fue un ávido lector y coleccionista de libros.[6]

A través de la historiografía va reflejando la vinculación de la escritura con la cultura, y su influencia en las diferentes sociedades. En la época clásica, el desplazamiento de la comunicación oral y la ocupación de parte de su espacio completando el pensamiento abstracto de los griegos con el pensamiento analítico de las ciencias aplicadas y relaciona y compara la escritura con otros elementos o escrituras como la monetarización, la geometría, las matemáticas y la música.

Y, sin dejar de hablar de la escritura, nos pasea por las diferentes etapas del ser humano frente a la palabra escrita: niñez, adolescencia, juventud y madurez, para hacernos entender todos los rincones donde la escritura está presente.

Utiliza el símil del ordenador y su sistema operativo para correlacionar metafóricamente la mente humana y al cerebro como hardware de nuestra mente. Como un mecanismo para que las generaciones de la informática y del Internet asimilen la semejanza entre un ser alfabetizado y otro no, que no es consciente de que pueda existir otra realidad que no sea la suya, la digital.

Cuando nos habla del cerebro del lector, señala tres principios que ha trabajado la neurociencia en los últimos años,  para entender la relación entre la lectura, la escritura y el cerebro humano: a) teoría computacional de la mente, b) teoría evolutiva de la mente, y c) la plasticidad del cerebro humano. Y aporta curiosidades que avalan su defensa del libro, como es que, según DEHEANE, la alfabetización cambia drásticamente el cerebro. [7]

Este apartado abre la puerta a una serie de preguntas que nos hace reflexionar sobre la relación de la lectura y nuestra inteligencia.

Hace un análisis sobre la falsedad de que el ser, criado y educado en un entorno de alta estimulación audiovisual e informática, desarrolla una mayor capacidad de absorción que las personas que viven en el mundo digital y han sido ciertos en el analógico[8].

Saca conclusiones de que estos nativos del digital, aun teniendo las mejores fuentes de información y haber cambiado la cultura del libro por la cultural del Internet, son generaciones más superficiales, con menos capacidades cognitivas y con peores resultados académicos.

Discrepa de los “ciber-evangelistas” que las defiende con argumentos de que son erróneamente evaluados con objetivos, medios y criterios propios de la cultura del libro.

En el siguiente capítulo, nos habla de una cultura que parte de tres libros fundamentales. Tres libros de lectura obligada que un Dios escribiente ha legado a sus creyentes: la Torah o Pentateuco, el Libro de la alianza o Tablas de la Ley, y los libros de los profetas reflejados en el Antiguo Testamento. Y que se encuentra ante una cultura helénica con una concepción alfabética del mundo.[9]

Quizás la idea más interesante que subrayo es la de que el motor central del desarrollo de nuestra cultura, desde hace dos mil años, es el deseo de leer. [10]

La cultura de Occidente se sustenta en la carrera tecnológica y económica para hacer los libros más abundantes y más baratos.

De forma amena habla del pergamino y del papel de la importancia de uno y del otro y que a pesar de la calidad del pergamino se impone el uso del papel por su abaratamiento, y porque las tintas al huevo usado para el pergamino no son buenas para la impresión de la imprenta. “El maridaje del papel con la tinta oleaginosa redundó, junto con el uso de la imprenta, en el abaratamiento de los documentos”.[11] Y como el papel y la tinta se encontraron a causa de la demanda comercial y no del afán científico. Sin olvidar que las prensas de vino y aceite fueron de gran utilidad a Gutenberg, en las que se inspiró para perfeccionar su imprenta. Un artilugio que puso el punto final al manuscrito, pero que liberó la palabra del control religioso, de los scriptoria de las cancillerías, las universidades y los monasterios[12].

La escuela como centro de la cultura del libro, desde Grecia y Roma, hasta la Edad Media, desde la imprenta hasta el Internet.

Dedica una buena parte de este segundo capítulo para hablarnos de los medios y recursos utilizados para conservar la escritura: la piedra, la madera, el barro o la cera, el papiro, el pergamino hasta llegar al papel, con sus procesos de fabricación o presentación como materiales para escribir.

El rollo como forma preferida para conservar textos largos, hasta ser desbancado por el códex o códice, el libro en su forma como ahora lo conocemos.

Sin olvidar el segundo gran adelanto en el desarrollo de los códices relacionado con las técnicas caligráficas. Hace un extenso desarrollo sobre la evolución en los usos caligráficos, desde la letra capital a la introducción de la minúscula, la utilización simultánea de las mayúsculas y las minúsculas, así como las sucesivas sustituciones del tipo de letra: gótica y carolingia como las más representativas en los documentos manuscritos.

Todo un homenaje a la Codicología y a la Paleografía, para enseñarnos todos los rincones de un libro y las diferentes formas de escribirlo.

En el tercer capítulo sigue la defensa de la lectura, hablando de la eficiencia de esta en cada momento, comparando en la época clásica a los romanos y a los griegos, resaltando a Pompeya como ciudad instruida en la cultura de la palabra escrita.

Son interesantes las argumentaciones descritas sobre las técnicas antiguas de lectura: la silenciosa (in silentio), la lectura en voz baja (murmullo o rumido) y la lectura en voz alta[13]. Tanto la lectura en silencio como la lectura en voz alta tuvieron sus limitaciones y sus momentos de gloria.

La revolución que ocasionó la llegada de la imprenta, no sólo abarató el precio de los libros sino también alteró la forma de leerlos. No sólo los textos sagrados, que hasta ahora eran los más difíciles de cuestionar por su control de los scriptoria por parte de la Iglesia, sino que el mercado se fue ampliando con libros de menor nivel de autoridad con interpretaciones distintas o contradictorias cobre cuestiones importantes.[14]

La imprenta encontrará un nuevo escollo en su andadura. La escisión del catolicismo y de las iglesias protestantes, provocó un conflicto religioso alterado por el desarrollo de la imprenta y la proliferación descontrolada de libros, y con ello la publicación de libros prohibidos, la censura real, el Tribunal de la Inquisición. Era necesario el control de las obras que se leían, y sobre todo el control de las universidades que cerraron sus puertas a la ciencia y al desarrollo de la cultura  de la lectura.

Desplegando una gran habilidad para enlazar la información, el autor refleja como la cultura del libro se manifiesta en tres ámbitos diferentes:

Por un lado, se traslada fuera de las universidades, lejos de las autoridades políticas, académicas y religiosas, y acaba formando una res publicum eruditorum, y de ahí a la “república de las letras”. Por otro, a través de las Academias o Reales Sociedades, que solían estar patrocinadas. Y un tercer camino se despliega en instituciones académicas que se encargan de la enseñanza superior, desde fuera de la universidad.

Una universidad que ha necesitado varias reformas para volver consolidar su status docente.

Y nos encamina hacia el presente poniendo las aulas en compañía de las pantallas. A las universidades a distancia, o abiertas que sustituyen la figura del profesor, dice el profesor Domingo, por el uso de las grabaciones fonográficas y videográficas.

Este mundo de la informática, del Internet, de la Wikipedia, altera al profesor, que se revuelve contra la Wikipedia y la compara con la Enyclopédie de Diderot y D’Alembert, pienso que es errónea esta comparación, por cuanto son dos elementos diferentes en el tiempo y en el espacio, vistos por lectores o “usuarios” con perspectivas diferentes. Su embestida contra la Wikipedia es un derroche de argumentaciones que ensalzan el mundo del libro en detrimento de la primera.

Reflexiono en lo anterior y creo que no todo el mundo del libro es tan limpio como asevera el autor.  Olvida decir que el libro está manos de las multinacionales, que utilizan el mercado del libro y de la prensa, como mecanismos financieros para su propio interés, que la cultura de la lectura no entra en sus objetivos, como podemos ver cuando se celebran ferias del Libro y aprovechan la fama de personajes para obtener beneficios con libros de una calidad pésima.

Todo ello sin menoscabar aquellas editoriales que haciendo el esfuerzo del mantenerse en este mercado, intentan conjugar la calidad con el coste. Y sin olvidar el flaco favor que el gobierno de turno hace al libro.

De su ataque a la Wikipedia, entra de lleno en los conceptos de “propiedad intelectual” y en las leyes que cada país publica contra la piratería.

En el último capítulo, relacionado con la destrucción de los libros, hace una extensa exposición en los soportes con nuevas tecnologías de producción y reproducción de documentos, planteando tres problemas que afectan a estos medios: la durabilidad de los soportes físicos de los documentos,  la selección de documentos que deberían ser seleccionados para digitalizarlos y el de la propiedad de los medios de distribución, venta y reproducción de documentos digitales.[15]

En sus conclusiones señala el peligro que para el final de la era del libro representa la denominada “sociedad de la información”.

Contradice con dureza cuando dice que una escuela como institución nacida y desarrollada alrededor de la cultura del libro, se transforma en una escuela donde la estupidez del “Homo Computandus” se manifiesta de manera evidente. Que los alumnos de la era de Internet no tienen ninguna necesidad de encontrar la verdad.

El “Homo Lector” versus el “Homo Computandus”, que está desplazando a gran velocidad al primero hacia lugares marginales de nuestra sociedad.

CONCLUSIONES

DOMINGO Bargue, con su ensayo, nos estimula a seguir los avatares del libro en su pasado, presente y futuro. Insiste a todo lo largo de la obra en las consecuencias de perder la cultura de la lectura. Refleja su miedo a las nuevas tecnologías, al Internet y a la Wikipedia. Me parece observar que se esconde tras ese miedo para no reconocer que estamos en una nueva revolución industrial de gran alcance. Donde la informática es la herramienta más relevante y debe usarse en su justa medida, sin excesos. Y el libro se tiene que adaptar, del mismo modo que la sociedad se adecua, a la nueva era de Internet. La lectura de las obras digitalizadas (eBooks) es un paso más en esta transformación y no debe darnos temor cambiar nuestros hábitos de lectura.

A mí me agrada sentir el tacto del libro en papel y su olor a tinta, pero eso no impide que tenga que leer un libro en formato digital.

Para hacer este trabajo he tenido que recurrir a este formato porque me facilita la recopilación de datos.

[1] DOMINGO Baguer, I. Para que han servido los libros. P. 123

[2] Op.Cit. Pág. 17

[3] Op.Cit. Pág. 18

[4] Op.Cit. Pág. 20

[5] Op.Cit. Pág. 30

[6] Op.Cit. Pág. 32

[7] Op.Cit. Pág. 61

[8] Op.Cit. Pág. 72

[9] Op.Cit. Pág. 73

[10] Op.Cit. Pág. 81

[11] Op.Cit. Pág. 95

[12] Op.Cit. Pág. 96

[13] Op. cit. Pág 148.

[14] Op. Cit. Pág. 155

[15] Op. cit. Pág. 263-268

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