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Reseña: Introducción a Cataluña en la España Moderna (Pierre Vilar).

En la Introducción a la obra, Pierre Vilar nos señala el significado que Cataluña tuvo para él. La motivación para escribir sobre el país catalán, a pesar de ser un francés “ingenuo”, sobre el catalanismo y sobre los particularismos que en la España del siglo XIX evolucionaban hacia nacionalismos amenazantes de la vieja unidad de España.

Nos hace una exposición de la obra esquematizando la historia con una cronología inversa. Partiendo de su estancia en Cataluña (siglo XX) y terminando en un pasado próximo al 1714 (siglo XVIII). La encuentro original y al, mismo tiempo, “manipuladora” porque va sembrando de hechos y situaciones con la intención de atrapar la atención del lector de Cataluña en la España Moderna. Una cronología lo suficientemente atractiva, para entender la gran obra que desarrolla a continuación.

Pierre Vilar llega a una Cataluña desconocida para el exterior y así lo reconoce:”Del particularismo catalán no conocía más que el aspecto literario…”con una imagen falseada por el nacionalismo español goticista, que había fermentado durante todo el siglo XIX, reinterpretando la historia de España con el objetivo de difundir una versión de unas regiones con un pasado común. No olvidemos que es durante la segunda mitad del siglo XIX cuando se consolida el término Reconquista en la historiografía hispánica asociado a la formación de la identidad nacional española, con una fuerte carga nacionalista, cristiana y castellanista. Y se sorprende al descubrir una Cataluña convulsionada en ámbito político, económico, social y cultural. Algo diferente a lo que le habían educado en Francia: en el pensamiento anacrónico de la autonomía administrativa otorgada a Cataluña en 1912.

Hemos de recordar una serie de acontecimientos ocurridos en los últimos años anteriores a su llegada: un Estat Català recién fundado (1922), una Unió Socialista de Cataluña escindida del PSOE (1923), una CNT aún alterada por el asesinato de Salvador Seguí (1923), un fracasado intento de invasión de Cataluña por Prats de Molló (1926), dirigido por Francesc Macià; un Partit Comunista Català (1928) y una Esquerra Republicana incipiente.

Es decir, políticamente, Cataluña estaba sacudida en todas sus clases sociales. Y esto es lo que encuentra Pierre Vilar cuando llega a Cataluña, y según dice: “Fue en los medios intelectuales donde se me reveló este movimiento…”[1]. Empieza a tener empatía con el sentimiento catalán, a través de la emoción que provoca el rememorar algunos hechos históricos y el respeto que la cultura manifiesta ante el himno dels Segadors o el Cant de la Senyera.

Ve a los medios económicamente dirigentes catalanes fraternizar con el movimiento cultural. Y también, que estos mismos industriales consideraban sus intereses amenazados por la política efectuada desde Madrid, desde la llegada del dictador en 1923. Y se hace eco de las denuncias de la asfixia económica a que era sometida Cataluña:”Exigía un esfuerzo financiero, y la región más activa pagaba por las menos activas…[2]

También nos revela a una LLiga Regionalista, dirigida por Cambó, cómo un partido que a pesar de mostrarse casi inactivo tenía una gran influencia en todos los tejidos sociales de Cataluña. La fundación “Bernat Metge” financiada por Cambó, que editaba textos en catalán los cuales llegaban, no sólo a la burguesía catalana, sino a la opinión católica y a la masa campesina:”El catalán era realmente la lengua del pueblo”[3]; a pesar de que de manera oficial se utilizaba el castellano. Una lengua que se depuraba mediante la prensa, el teatro, y se mantenía viva en el pueblo.

Su pasión por la observación no se detiene en un entorno próximo, su espacio de estudio se despliega en todo el país catalán.

En la capital y sus alrededores, comienza a distinguir a otras clases de gentes provenientes del exterior de Cataluña, eran los trabajadores no catalanes, lo que no impedía hallar, hasta en las aldeas de montaña, donde el campesino está aislado, las tradiciones más diversas: desde las religiosas fomentadas por el clero, un clero capaz de votar a un partido anticlerical; hasta las de carácter liberal-revolucionarias que sustentaban el deseo de independencia, entre los viticultores del llano y entre las muchedumbres de las grandes ciudades.

Su afán de conocer el espíritu catalán le lleva a estudiar las poderosas organizaciones de las capas medias (CADCI), y en los campos a las organizaciones de campesinos partidarios de la reforma de los contratos de rabassa de los viticultores (URACC). Todo ello en paralelo a la masa obrera.

Son interesantes sus observaciones sobre la oposición del anarquismo ante las actitudes catalanistas, que desembocarían en el futuro movimiento obrero, las represalias del pistolerismo controlado por los sindicatos libres y la opresión nacional, ejercida por la Guardia Civil o la policía militar. La forma en la que al final de la Dictadura, las clases sociales en Cataluña unían sus agravios y se afirmaban como “minoría nacional”, frente a un instintivo unitarismo español. [4]

Vive la rivalidad entre Castilla y Cataluña, entre Madrid y Barcelona, como un tema obsesivo en las conversaciones de los viajeros y la comparación entre “pueblos”: la nobleza castellana y el seny catalán.

Le interesa la idea en que la cultura de la Renaixança es replicada por el castellanismo acalorado de los Azorín, los Unamuno, o por Menéndez Pidal y su teoría de la nación española.

Vivió un año electoral en 1931, como algo más. La derrota de un rey, el nacimiento de una República, el fracaso del viejo partido catalán (la Lliga) y el triunfo del “nacionalismo” con el apoyo obrero, sobre el “regionalismo” conservador, acusado de traicionar a la “nación” catalana tras haberla invocado. Un catalanismo que escapaba de las manos de la burguesía [5]

Nuestro considerado autor, se encontró con un “Estatut”, en 1932, y una “Generalitat” que dotaba al país de una entidad propia, de una identidad, con Parlamento catalán de mayoría de izquierda. El cual publicó su primera ley favorable a los rabassaires, denunciada, inmediatamente, por la fracasada Lliga Regionalista ante el Tribunal de Garantías de Madrid en nombre de los terratenientes catalanes, aprovechando que la derecha española se había apoderado del Parlamento Español.

Otra sorpresa le llegó a nuestro autor, el 6 de octubre de 1934, cuando el presidente Companys proclama el Estat Català dentro de la República Federal, provocando una revolución en el estado español que encarceló a Companys, aunque en febrero de 1936 fuera restituido al poder por una mayoría electoral, apoyada por la clase obrera. Todo ello se vio complementado con la actitud unitaria del pueblo catalán ante la sublevación militar de julio de 1936.

Retomando su cronología, observamos que en la fase (1907-1936) sigue su interés por el movimiento obrero que apoya de forma intermitente a la clase política, a pesar de que ésta se movió en dos ocasiones a dictaduras del centralismo español.

En la fase de 1880 a 1917, el movimiento obrero se mantuvo apartado de los políticos catalanes y junto a otras organizaciones siguieron la política de forma subordinada. Siendo la burguesía catalana la responsable del catalanismo, donde Cambó es una figura importante.

En este período de 1885 a 1917, la clase política burguesa está frustrada y se repliega ante el estado español, al no conseguir puestos esenciales en la España próspera que termina en guerra con las colonias. Explora la economía de Cataluña y su gran espíritu mercantil a pesar de la política económica española. En cuanto a la política, nos subraya las ideas nuevas sobre la marcha del movimiento catalán, en torno a Prat de la Riba y a su manifiesto “Per Catalunya i per l’Espanya Gran”, en 1916, sin menoscabar sus obras, como “La nacionalitat catalana”, de gran importancia en el catalanismo político. Una fase que se gana el nombre de nacionalista-burguesa.[6]

La fase de 1820 a 1885, donde la industria catalana conquista el mercado español y aspira a ponerse a la cabeza de la nación española. Una etapa regionalista-proteccionista.

Un movimiento proteccionista, de la mano de personajes que había amasado sus fortunas en el comercio internacional, y dentro de Cataluña en: el negocio textil, la industria, las fábricas manufactureras, el comercio, etc. Una clase organizada que se sintió arropada por la Iglesia y por los terratenientes. Con sus lemas de: trabajo, solidaridad, ahorro y patriotismo y el cinismo de advertir a los obreros cuando hablan de república catalana. Al mismo tiempo son defensores de la industria nacional española y decían que “El proteccionismo es la patria (Güell). Una patria española.

Esta es la fase más llamativa para Pierre Vilar, la que más le conmueve y le compromete a examinar con más detalle. Utiliza cada párrafo de este período para llamarnos la atención, para indicarnos que esta etapa es muy importante para comprender todo lo que ocurre en Cataluña posteriormente. Es un período donde la monarquía se restaura y acaba en una República. Donde sus referencias sobre el movimiento obrero y las patronales industriales son de gran interés, por cuanto nos presenta la evolución del siglo XIX luchando por su madurez y la independencia de sus organizaciones. La cultura refuerza el espíritu catalán como fruto de la Renaixença.

Un período muy convulso para Cataluña que comienza con la adhesión al pronunciamiento de Riego (1820), las bullangas de los años treinta, las revueltas contra las quintas, la guerra carlista, victoria republicana en las municipales de 1868 y en las generales de 1869, el proyecto de constitución de Estat Català, y termina con la entrega al rey Alfonso XII del Memorial de Greuges (1885). 

Una fase de libertad política pero de orden público, mercado nacional, unido y protegido, ampliación de mercados lejanos y sin olvidar las advertencias a la clase obrera sobre sus necesidades vitales elementales ligadas a la prosperidad de sus patronos. Con unos pensamientos: por y para la industria, construir la nación (nación española). En resumen, el capitalismo industrial catalán no tuvo en Madrid ninguna influencia., y que fue de fracaso en fracaso.[7].

Un período en que la economía se refleja en medio de reproches a la Castilla envidiosa de la riqueza catalana, a la que intenta asfixiar dejando su mercado estancado.

Y en la etapa final o primera (1720-1808), según se mire, nos apunta la influencia que el estado de bienestar y empuje de la economía catalana tuvo sobre la unidad española, durante el siglo XVIII. En momentos en que los choques entre nación y región parecían amortiguados. Es un siglo que invita a hablar de “patriotismo” y de “república”, en una España histórica y dueña de un gran imperio. También nos habla del contraste en el siglo XVIII y el XIX, de las buenas relaciones entre las administraciones locales y las nacionales (Barcelona y Madrid). Incluso que la España interior, la intelectual, no pone mala cara ante el impulso catalán, y llega a ponerla de ejemplo en los procesos agrarios e industriales. Aunque en el seno de la burguesía, la lengua catalana perdía terreno a medida que los lazos con España y América se estrechaban.

Una etapa difuminada por las guerras con el francés (populares) y la prosperidad de las décadas anteriores que habían reducido los fulgores de la revuelta rural.

El autor nos deja como observación interesante, su reflexión de no pretender hacer una obra original ni reescribir una “historia”, sino simplemente registrar lo que parece que, en este pasado, importa aún para la compresión del presente.[8]

[1] IBIDEM, Pp. 52.

[2] IBIDEM. Pp. 57.

[3] IBIDEM, Pp. 58

[4] IBIDEM, Pp. 62.

[5] IBIDEM, Pp.67-68

[6] IBIDEM. Pp. 74-75.

[7] IBIDEM. Pp. 83-92

[8] IBIDEM. Pp. 102.

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