Sánchez humilla la memoria republicana de Machado y de Azaña.
¡Aquellas horas, Dios mío, tejidas todas ellas con el lino más puro de la esperanza,cuando unos pocos viejos republicanos izamosla
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De reojo al retrovisor, veio la velocidad con que la pandemia reparte su voraz apetito de contagiar a diestro y siniestro, sin que las fronteras territoriales sean impedimento, quiero manifestar y manifiesto, porque lo de criticar tiene mala imagen y se puede juzgar como una infracción de la Ley Mordaza, y sus interpretaciones, cómo los gobiernos pierden su equilibrio intentando que sus lindes sean las barreras que impidan el paso del virus. Y digo que pierden el equilibrio, por no decir la vergüenza que apenas tienen en los presupuestos.
Primero, el “confinamiento” con una recentralizción de las competencias en un puesto de mando único, donde los uniformes forman parte del decorado de las conferencias de prensa y de colgarse las medallas. Por si no se ha entendido bien el mensaje de quién manda en el chiringuito.
Después viene el “desconfinamiento” que atomiza la forma de llevarlo a cabo: la provincia, buen baluarte para el control de la monarquía represora de la regenta María Cristina, y de gran utilidad durante el franquismo y sus secretarios provinciales del Movimiento. Y ya veremos cómo queda el “proyecto” en el tira y afloja entre la “centralidad” y las comunidades autónomas.
Lo de las CC.AA., según la web del gobierno, que es una cosa muy seria, aunque fijándonos en la letra pequeña, es para reír, dice: “El sistema constitucional español establece un sistema de reconocimiento de la autonomía territorial que jurídica y administrativamente se materializa en una profunda descentralización hasta el punto de que el funcionamiento efectivo del Estado se asemeja en muchos aspectos al propio de los estados federales”…” Las Comunidades Autónomas tienen autonomía política y financiera. Esto supone la atribución de competencia para aprobar leyes en las materias en las que sus Estatutos así lo reconocen, así como realizar tareas ejecutivas que los mismos Estatutos les asignan.”
Es decir, “Profunda descentralización”. Que como ya aprendimos con el “procés” y el 155, en Cataluña y, ahora, con el “estado de alarma” para ensayo general, significa lo contrario, pero el lobo llegó al resto del país. Que el gobierno sea de “izquierdas”, “derechas”, o mitad y mitad hasta que rebose el cantarillo no hay diferencias para que le entre el gusanillo del autoritarismo y centralice hasta las comunidades de propietarios, y lo que te rondaré morena. De “profunda”, nada de nada. Superficial y para de contar. Que pasarse la CE del 78 y su espíritu por el arco del poder es una muestra de que el espíritu del Imperio del Minotauro aún persiste en el “alma” del reino borbónico como heredero de los Austria, desde antes que los Tercios de Flandes hicieran de modelo a Velázquez, en “Las Lanzas”.
También sabemos y hemos sufrido en nuestras propias carnes de súbditos que no todos los derechos recogidos en ella forman parte de obligado cumplimiento (vivienda, trabajo, protección a la salud, etc.,), o al menos deberían ser pero no. Que unos son más patrióticos y campechanos que otros, sobre todo los relativos a la irresponsabilidad del “Preparao” que eso es de misa, padrenuestro y orinal, como mínimo. O que cuando la “banca internacional” lo demanda, hasta el 135 se baja los pantalones y enseña su trasero para ser modificado y mortificado, de la noche a la mañana, y así dejar el paso libre a los beneficios del patrón.
Las CC.AA., para este gobierno, republinárquico, seudosocialista y lleno de “rojos”, sólo sirven para molestar y llevar la contraria, aunque tengan razón y sepan más de la salud de los súbditos de su territorio que un filósofo que andaba por allí, junto a unos jueces pasados de rosca por el paraninfo de los uniformes, y un grupo de políticos que navegan entre dos aguas, para salvar la ropa del Virusánchez, que según propios y ajenos, lleva su personalismo al límite de la decencia democrática, y que toda esta banda llevan por el camino de la amargura a Fernando Simón, el único que sabe de la cosa, pero que por mucha voluntad, conocimiento y currículo que ponga, se encuentra entre los espadones y la pared de fóbicos emboscados detrás del plasma de la pantalla, que aún no saben cómo va lo de las mascarillas, que ya es decir. Por cierto, el precio de la mascarilla lleva un IVA del 21%, y el IVA del “porno” es del 4%, para que sepamos cómo va esto de proteger la salud, los sanitarios y los productos de sanidad, y con quién nos la jugamos. Y para animar el cotarro, los farmacéuticos catalanes han descubierto un fiasco en el material de las mascarillas que “regala” alegremente el “gobierno” y que serán obligatorias en los transportes públicos, y además, se han enterado por la prensa, como debe de ser. Después hablamos de transparencia, pedimos colaboración y torpedeamos la descentralización.
Y con las reflexiones a retortero, me cruzo con el contrasentido de que la política intenta frenar la naturaleza utilizando su habilidad torticera, caminando por detrás de esta, basándose en un sistema caduco de controlar la información, destilándola como si la pandemia supiera de cifras y, publicando datos tras datos, ésta se echará para atrás, mientras la población se ve sacudida por la saturación de noticias, estadísticas, consejos, normas, reglamentos y circulares que lo que hacen es confundir, en lugar de orientar. Porque a vista de pájaro no se ve el territorio con la claridad suficiente y hay que bajar a tierra. “Si no puedes convencerlos, confúndelos”. (Frase de Marcos Mundstock, orador de Les Luthiers). Y así van los políticos, con sus manuales de control de masas y su attrezzo de poder en el atril informativo.
Pero esto no queda ahí. Si a esto se añade la propalación de noticias falsas, lo que llamaré “bulo invasivo”, por no hablar del “tonto del bulo”, con los vigilantes de nuestra salud: la física y la mental, que se agarran a un clavo ardiendo y la yema del otro, con la desesperación de un “ahogado”, que ya es para echar a correr y no parar en ninguna estación, porque la criminalización del ciudadano de a pie, ha roto todas las medidas de seguridad que se querían combatir. En tanto, la criminalidad sigue su camino aprovechando las fisuras de la pandemia.
Volviendo al principio del párrafo, es de destacar que todo sea con tal de “minimizar el clima contrario a la gestión del gobierno” o, mejor dicho, darle un realce a la Ley Mordaza para que no se pierda en los cajones de la burocracia. ¡Perdón! Quería decir censura en las redes sociales, particulares, y tiro porque me toca.
Criticar no implica atacar al gobierno, sino simplemente decirle que algo no está bien, y que se necesitan medidas de rectificación para no seguir remachando los mismos errores. Que el peso del ciudadano está más allá de depositar un voto y si te vi no me acuerdo. O por lo menos eso creí cuando me hablaron de democracia, si es que la hay. ¡Bueno! era un decir, también creí en el espíritu del 78 y lo único que sirvió fue que un elefante blanco se forrara con comisiones del medio oriente y del entero, mientras la familia de la Casa de los Leones ocultara la porquería debajo de las alfombras y nos hablaran de Transición.
Siguiendo con las reflexiones, que con esto de llevar tantos días encerrado en casa y oír hablar de hacer flexiones, ya no sé si son las primeras, las segundas o la genuflexiones que nos tenían habituados hacer cuando aquello del mes de las flores a María y rezando el rosario.
Se crea un comité de emergencia con el nombre de “Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias”. Es la cara más visible de Gobierno en la lucha contra el Covid-19. Con retraso y esperando que el lucero del alba les de su bendición. Que esto del virus se sabía hace tiempo, tanto que hasta el ministro invisible del espacio sideral lo sabía y lo dijo en rueda de prensa, allá por febrero. Y hasta el ministro de la cosa oscura se le “escapó” que sus acólitos uniformados ya estaban preparados para repeler cualquier enemigo por mucha “corona” que llevara, y no monárquica precisamente.
Aunque la imagen más controvertida de este sistema de emergencias se materializa en un escenario de rueda de prensa, con un formato donde el uniforme prioriza a la bata sanitaria, mirando al enemigo como si fuera un “guerrero armado” montado en carro de combate, en lugar de un virus que ataca a la salud de las personas y provoca un deterioro que puede llevar a la muerte. No es por culpar a unos u otros, pero la globalización ha hecho entrar en una serie de errores en cadena esperando que la burocracia, segunda pandemia de la humanidad, diera la solución al problema, pero la “ventanilla” del “vuelva usted mañana” ha cambiado de atuendo y se ha camuflado en la bata sanitaria y en lugar de resolver el problema se ha convertido en parte del problema. El maestro de maestros en este terreno burocrático es la OMS.
La OMS, un conglomerado de burócratas que apenas viven la realidad presente, sino en el pasado de los informes y estadísticas que le llegan de los países a los que tiene que “asesorar”, y que a veces tienen que corregir y cambiarlos de puesto en la fila, para hacer reuniones y tomar decisiones. Todo ello mientras el virus se va extendiendo por los campos sin vallar. Y los países se van enrocando en sus propios medios y con sus imprevisibles recursos, que los presupuestos y los recortes dejaron bajo mínimos. Porque eso de “todos a remar en la misma dirección” es una frase grandilocuente para las regatas de remo, pero en política es como pedir peras al olmo. Y cada cual afila su faca para darle una “trapera” al contrario, con mascarilla o sin ella.
Y no dejo de reflexionar sobre la confusión del dato. ¡Ojo al dato! Que sí, que hay más contagiados, pero como la curva se pone plana después de un pico, y después sale unos muertos, no contabilizados antes, desde las funerarias y, como siempre, Cataluña marcando el paso, pero sin que el centralismo lo reconozca. Al final la curva va de pendiente hacia abajo, y como es menor el número de muertos, pues eso, que los muertos pierden interés y se habla de trabajar, de abrir empresas, de que todo el mundo vaya con mascarillas aunque no haya suficientes, de que los autónomos atrasen sus cuotas, pero pagarlas han de pagarlas, que los empresarios no pierdan más de lo que pierden y, ERTE va, ERTO viene, el número de parados entra en la rutina de no llamarnos la atención, cuando más de 700.000 trabajadores vayan al paro en Cataluña, y para todo el país español, según la Calviño, se prevé que llegue al 19% en lo que queda del 2020. Pero la banca juega y gana, menos que otras veces, pero gana, y se queja de que hacer de intermediarios con los créditos no es rentable. ¡Hombre! Si lo miramos así. Tampoco es rentable no tener trabajo, no poder comprar en todos los comercios, aunque los de Amazon se están forrando y las comidas para niños, en Madrid, desde las pizzerías, es una “gozada” según la Ayuso y su corte de inútiles.
Y, llegados a este punto, pienso que no sería mala idea crear una banca nacional que se dedique a gestionar directamente el dinero crediticio de manera que este vaya directamente del “productor” al “consumidor”, pero sería pedir demasiado, hasta se le llamaría socializar una parte de las finanzas especuladoras.
Bueno, no son los únicos. Se dice por los mentideros de la corte que hay alguna Comunidad Autónoma, aprovechando la polvareda de la pandemia, que los diputados se han subido el sueldo. Pero yo “no” lo creo, o sí. Porque tenemos el país con más diputados y políticos viviendo del erario público de toda la UE, y de algo tienen que vivir, ya que no pegan un palo al agua, por decir algo políticamente correcto. Y los de las dietas estando confinados, me parece de corte mafiosa, y eso que ya levantaba polvareda aquellos que teniendo vivienda en Madrid las cobraran.
Y no olvidemos que el “Campechano”, ha vuelto al ruedo con un maletín de 1,7 M €, y era cuando aún no era “emérito”. Para el saco de la irresponsabilidad constitucional.
Y ahora el “Desconfinamiento”. O lo que es lo mismo, “Desescalada” en 4 fases, que son 3 (Sánchez) pero contando desde la fase 0 que es la 1, hasta la 3 que es la 4. Y después no quieren que nos volvamos locos al interpretar lo que quiere el gobierno y lo que dice en sus BOE. Pero esto es tema de otras reflexiones, que aún es pronto para saber cómo van los “paseos” y los “deportistas”.
A ver si vamos a tener que cerrar, otra vez, las puertas. Como dicen que ocurrió en Filadelfia-Pensilvania (USA), allá por 1918, cuando terminó la cuarentena de la “Gripe Española” (fiebre amarilla). 200.000 personas salieron a las calles a manifestarse en contra de las medidas de permanecer más tiempo en casa. Cuatro días después, todas las camas de los 31 hospitales de la ciudad estaban colapsadas y aproximadamente 4.500 personas murieron a los pocos días.
Pero eso no ocurrirá aquí, que somos tan responsables que tenemos una policía que a la mínima te mete una “criminalización” en forma de expediente sancionador que te cruje.
¡Aquellas horas, Dios mío, tejidas todas ellas con el lino más puro de la esperanza,cuando unos pocos viejos republicanos izamosla
Hipocresía: “Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimenta”. La RAE lo dice muy finamente, aunque la Biblia le da otro enfoque: “Cuídense de la levadura de los fariseos, es decir, de su hipocresía. Porque no hay ningún secreto que no llegue a descubrirse, ni nada escondido que no llegue a saberse” (Lucas, 12: 1-2). Lo que simplificando quiere decir: falsedad o fariseísmo. Por no hablar de malicia, marrullería, taimería, doblez, artificio, etc. O lo que viene a ser lo mismo: más sinvergüenza que la copa de un pino.
Faltan respiradores, mascarillas, test, y un largo etc. Que hace que las instituciones locales: desde hospitales hasta ayuntamientos se sientan impotentes ante las alarmas de que “viene el lobo”. Las llamadas se convierten en protestas, y estas en críticas por la inoperancia de la centralidad. Y las críticas van al mar.
No es una “guerra” como los espadones nos quieren hacer creer, es una carrera de obstáculos ante una CRISIS SANITARIA, en que el contagio se extiende sin orden ni concierto, en que la muerte se sube a lomos del contagio superando los límites fronterizos y políticos, para entrar de lleno en el terreno sanitario.
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