Desde que a finales de los noventa, Matrix nos dejó entre lo que es un sueño, o una realidad, y seguimos intentando esquivar la bala haciendo contorsione, ha llovido bastante, pero no lo suficiente para que la política nos convenza de que lo suyo no es ficción, que lo que hacen no es retorcer la realidad, y seguimos en la duda de cuál de las dos opciones es más real: Matrix o la política. No puede ser que los que nos quieren gobernar tengan un índice intelectual tan escaso, y tan baja calidad moral y ética como para llevarnos hacia una democracia válida y competitiva, por lo menos con la media europea. Por lo menos, yo no le veo evolución, más bien una retrocesión hacia el pasado que roza.

Cuando intento mirar la actividad política, percibo algo turbio, como un velo que no me deja llegar al fondo de la cuestión. Es como si estuviera entre bambalinas, entre comillas, que es como dejarla en el limbo de lo intangible. Como si el espejo que refleja la realidad estuviera empañado y sintiéramos la necesidad de pasar un paño para sacarle un poco de brillo, pero ni caso, el ajado intermediario impide la claridad del reflejo. En el fondo, y en la superficie, es una falsa “realidad”.

La realidad de una izquierda, o de varias que ya he perdido la cuenta por dónde va la cofradía, con líneas divisorias entre la que parece ser la “verdadera”, la guay, y la que se escora hacia la derecha sirviendo al IBEX35 que hace de maestro de ceremonias en una investidura que quiere y no puede. Una realidad que hace renuncias para dejar que la otra “realidad” gobierne.

La realidad de una derecha que parecen dos, o tres, qué más da, pero sirviendo a la misma ideología “liberal”, fachondona y franquista, donde los holding financieros, la Iglesia y la verde monarquía manipulan su propia “realidad” para mantener el palio y la corona, contra viento y marea, y la propia democracia. Por cierto, una monarquía que entró con el pie derecho cuando iba de culo y sin frenos, y que mira a un “republicanismo federal” perdido en diatribas con la derecha, para ver quién defiende mejor a su señor.

La realidad de una España arrodillada ante la Constitución, con una bandera cegando la vista, y un 155 esgrimido a modo de espada de Damocles, que por un lado quiere abrazar la “democracia” y por otro, arropar al franquismo para que se mantenga la cepa viva, pasando por la criba una Ley de Punto Final más protectora de los golpistas fascistas que de sus víctimas republicanas, muchas de las cuales siguen en las cunetas, convirtiéndola en una ley adulterada de Memoria Histórica que las instituciones se la están pasando por el arco del triunfo, esperando que el tiempo, la burocracia y la falta de financiación la lleve al anonimato.

La “realidad” sobre las migraciones por mar, las conocidas como pateras, habla de descenso del 30,7% en lo que va de año, la otra realidad es que las estadísticas intentan ocultar que siguen muriendo más personas en el mar, 198 en lo que va de año, contra 60 del mismo período anterior, por huir de las guerras y miserias de sus países de origen, porque los países “demócratas” y “civilizados” les impiden llegar a tierra. Que llegan menos pateras, pero más cargadas. Que mueren más, pero las estadísticas hablan de descenso, para tapar las vergüenzas. Y que el gobierno destina el 40% de los fondos europeos (europeos, repito, no de nuestros presupuestos) para expulsiones, en lugar de asilo, integración y retorno, que sería lo correcto. Y las autoridades “civilizadas” encarcelan a los mandos de los barcos que rescatan personas en el mar.

La realidad es que Alemania conmemora el 75 aniversario del magnicidio fallido contra Hitler, en cambio la “realidad” española” permite conmemorar el golpe de Estado del 36 y mantiene la fundación del dictador con toda su parafernalia. Incluso el “rey” firmó el título del ducado de Franco, pendiente de su firma y que había sido concedido el mismo día del cambio de gobierno entre Rajoy y Sánchez. Y aquí no pasa nada.

La realidad es que el Tribunal de Cuentas condena a Artur Más y de forma solidaria con un total de 10, a pagar 4,9 M € por responsabilidad contable de la consulta del 9N-2009, en cambio fue absuelto por TSJC del delito de malversación, el mismo Tribunal de Cuentas que en otra “realidad” absuelve a Ana Botella, ex alcaldesa de Madrid, por dos votos, vinculados al PP, contra uno, del pago de una multa de 25,7 M€, más o menos, por vender pisos sociales a un fondo buitre (su hijo intermediario). Revocando su propia sentencia. ¡Gensanta! Que listos son. El TCuentas fiscaliza las finanzas de los partidos políticos, porque no están sometidas a la Agencia Tributaria, y son elegidos por los propios partidos. 12 miembros (7 del PP y 5 del P$OE) se reparten el poder de este Tribunal, lo de la proporcionalidad democrática no cuenta. El nepotismo es “legal”, pero no legítimo. La zorra a guardar gallinas.

La realidad de la justicia, vade retro, es que hace unos días el TC dictó sentencia ratificando la condena a un contribuyente, a tres años de prisión y multa por haber ocultado 5 M€ a la Hacienda. La misma “realidad” de justicia que absolvió a la familia Botín por ocultar unos 2.000 M€ durante 70 años, y que sólo pagaron por los 5 años no prescritos y no fueron condenados a prisión. La justicia ¿Es igual para todos? O ¿La “realidad” del art. 14 de la Constitución es una escena de Matrix?

Y así podríamos buscar en las telarañas de las realidades escenas que se contorsionan esquivando la bala, vestidas de negro.