El Pucherazo que vino del borboneo.
La RAE, muy fina en eso de definir palabras, nos dice del “Pucherazo”, entre otras cosas, “Fraude electoral que consiste en alterar el resultado de un escrutinio de votos”, o, simplificando, “Computar votos no emitidos en una elección”.
No obstante, me voy a “Política y politiquería: diccionario para el hombre de la calle” de Magin Pont Mestres, de 1979, y encuentro una definición más sutil:
“Adecuación “ingeniosa” de los resultados electorales a las conveniencias personales, con independencia de los votos emitidos, mediante el manejo de “técnicas” especiales”:
También, usa otra definición, al estilo de Groucho Marx, en aquello de “Estos son mis principios. Si no le gustan… tengo otros”. Y dice, en sentido figurado, no vayamos a creer que todo es verdad o es mentira, refiriéndose al pucherazo:
“alteración de votos y resultados en las elecciones por parte de los responsables de los comicios. También, trampa, falsedad y tomadura de pelo”. Aquí es donde yo iba a parar, en TOMADURA DE PELO. Porque, de los responsables mejor no “meneallo”, que puede salir algún vericueto legal que los haga “irresponsables”, cosa muy típica de la “Spain is different”, incluso a niveles constitucionales.
Y, es que, en el fondo de la cuestión, y tirando por la trocha, lo de las Elecciones Generales, es una “Tomadura de pelo. Sí, sí. No pongáis los ojos de búho cabreado. Una “Tomadura de pelo”, como la copa de un pino., por mucho maquillaje que se le ponga. Y si no, echad un ojo al sistema: un bipartidismo que se reparte el poder según convenga, una “alternancia” en el gobierno, así la llamaron y ahora lo envuelven con papel de celofán democrático que disimula mucho.
La historia del “PUCHERAZO” viene de lejos, de la Restauración borbónica, aquella etapa que Amadeo I de Saboya, que no era de la saga borbónica, dejó detrás de si, diciendo “¡No entiendo nada, esto es una jaula de locos!” y dando un portazo, nos dejó con la miel en los labios y la puesta en marcha de una democracia, o monarquía constitucional. Para una vez, en la vida de la realeza que las Cortes eligen un rey, progresista, aunque católico, faltaría más, que encajaba en el formato que habían diseñado, para una España sin borbones. Y eso que aún no sabían que apoyaría las desamortizaciones y la reforma del ejército. Este fue Amadeo I, el hijo de Vittorio Emanuel II, rey de Italia que puso las peras al cuarto al Papa, disolviendo los Estados Pontificios y dejándolo “confinado” en un rincón llamado Vaticano.
Y en el impase de unos meses, una I República. Fue un Sexenio, llamado democrático, no la República que duró unos meses, por llamarlo de alguna manera, pero que empezó a despertar el gusanillo democrático. Sólo despertar, que la cosa no iba para más, con un rey, Alfonso XII, que fue visto y no visto, pero que dejó sobre la mesilla de noche de la política el manual del absolutismo, y en el cajón escondió la soberanía del pueblo. Eso, sí, también dejó para la posteridad, una alternancia (turnismo) de los partidos políticos en el gobierno y un bipartidismo., que junto al “pucherazo” eran las estrellas del sistema electoral. Para hacernos una idea, ya que, por aquel entonces, los demócratas defendían la monarquía porque no era incompatible con el principio de los derechos individuales. Y como el sistema de elecciones no estaba muy practicado, acostumbrados a los golpes de estado para estabilizar la política. El líder conservador, Cánovas del Castillo se inventó el juego de la alternancia, con su colega liberal, un tal Sagasta. Un gran invento que ha llegado a nuestros días sin variar en la esencia del sistema: el bipartidismo, el “turnismo” y el pucherazo con sus variantes. Dos grandes partidos, con una serie de “partidos” satélites que, de una forma u otra, les apoya, hasta que los “cálculos” deciden cuál de los dos partidos han de llevar la batuta en la próxima legislatura.
Pero, volviendo al “pucherazo”, que se nos pasa el arroz. Cuando el sistema de sufragio universal masculino para los mayores de 25 años (otra tomadura de pelo) navegó junto al voto censitario para electores con medios económicos y nivel de instrucción, o clase social, intentando buscar un acomodo en las urnas contra las martingalas de los poderes fácticos. Léase, oligarquía o dominación política local, conocida como “caciquismo”, para entendernos, sobre todo en el mundo rural. En dichos ámbitos, no se solía disponer de urnas y se utilizaba una especie de PUCHEROS, donde se depositaban las papeletas del voto y se iban sacando y metiendo según les convenían.
Aunque, no todo consistía en dar el cambiazo por medio del Pucherazo. Había otros medios que acompañaban al sistema de fraude. Por ejemplo: se colocaban las urnas en los lugares más imprevistos para evitar que el voto llegara a pecho descubierto, como en leproserías, ¿Quién era el guapo que llevaba la papeleta hasta ese lugar, sin mirar de reojo las caras de los espectadores del hospital? ¡Voilá! Ya era tiempo de trileros, donde los “caciques” sacaban sus pucheros, para hacer su agosto en el reparto del poder. O se cambiaban las ubicaciones de votación sin apenas tiempo para avisar. El maurista José Calvo Sotelo, llegó a decir del sistema electoral que “representaba un escarnio del Parlamento, una prostitución del Sufragio”, incluso señaló que, en Galicia, nunca se verificaban las elecciones. Se simulaba la mecánica electoral y en una hora se inventaban las firmas precisas para rellenar la documentación de un distrito. No era un soborno, era un Pucherazo” (Gerardo Muñoz, 2022: “La dictadura de Primo de Rivera).
Todas estas actividades han llegado a nuestros días con el popular nombre de “Pucherazo”, además de otras acciones más sutiles, como la compra de votos, el cambiazo en el voto por correo, las tergiversaciones en dar los datos de las actas variando los resultados de una candidatura por otra, con un mismo resultado total del escrutinio, llevar a los ancianos de las residencias a votar con el sobre en la mano, el voto de difuntos, etc., que hacen del fraude un arte.
Y aunque en la II República se intentó arreglar el tinglado con la presencia de un interventor del partido en las votaciones, la legislación tenía tantos agujeros que las irregularidades se colaban como el agua en un saco de cáñamo. El control no era institucional, sino por comisiones de los propios parlamentarios elegidos. La zorra a guardar gallinas.
Así estamos, asomados al balcón, viendo pucherazo va, pucherazo viene, como el que ve llover. La normalidad de la indecencia y de la corrupción emergiendo de las mismas filas de los partidos que deberían de proteger las votaciones, dando ejemplo de transparencia. También aparece el pucherazo, cuando montan unas “primarias” en el partido para elegir sus representantes. Y si no, que se lo pregunten a C’s, que la Fiscalía (en 2019), anduvo metiendo las narices en las primarias por la ancha Castilla, donde 82 votos bailaron del lado de Igea, al lado de Silvia Clemente, que era la apuesta de Rivera. Por lo menos Igea consiguió recuperar sus 82 votos perdidos y su puesto en la lista. Y eso que según la citada: ”Este es el partido que mejor simboliza un proyecto para España”. Si tú lo dices, apaga y vámonos que el tren está en la vía cerrando puertas.
O al PSOE, que también sabe un montón del negocio de la cocina electoral. Aunque son más sutiles, supongo que por la experiencia. Permite que los afiliados se entretengan con las primarias, pero después es el Comité Federal el que usa la tijera de los recortes. Eso, si las listas que le llegan no van “cepilladas”. No quiero meter el dedo en el ojo, pero en Galicia están muy cabreados con el tema y alguno ha dicho que no, que eso de enviar una lista diferente de la aprobada por la militancia está muy feo. Ya en el 2016 hubo casos semejantes.
Y en las elecciones del 28-A (2019), los mentideros de la Corte señalan que Pedro Sánchez está dejando sus listas más limpias que los chorros de oro cuando pasa del crisol a la lingotera o molde, sin opositores internos, y sin Susana que ya es decir, la cual pasará al rincón de los jarrones chinos, junto a sus protectores felipistas, o algo así.
Del PP, que voy a contar que no se sepa. Ya votaron los muertos, otro sistema utilizado en la Restauración y que la sapiencia fraguista sacó de los “nichos”.
En fin., que por un pucherazo más o menos, no se van a parar unas elecciones que van de culo, cuesta abajo y sin frenos. Mientras tanto, la JEC, “el lobo que guarda el rebaño”, nos mueve la bolita trilera hacia los lazos amarillos, o impidiendo que la Corporación catalana (TV3 y Catalunya Radio) utilicen las palabras “exilio”, “presos políticos” durante la campaña. Y dejen la puerta trasera abierta a manipular el voto desde el extranjero, como ya se hizo en las anteriores elecciones.
Ya sabéis, a reflexionar quién merece nuestro estimado voto, o lo dejamos ir por la alcantarilla.
NOTA: “Borboneo” consistía en las injerencias de la monarquía en los gobiernos. Uso torticero de la Constitución de 1876. Hasta que a Eduardo Dato se les inflaron las gónadas y se negó a los chanchullos reales. Esto dio lugar a que el partido conservador se dividiera en: idóneos o datistas y los mauristas y estos, a su vez, en los ciervistas. Y también, el partido liberal tuvo su ruptura en lo que se llamó Izquierda Liberal. Con lo cual, el ahora bipartidismo toma otra imagen, llamada pactos de gobierno, o gobiernos de coalición, pero son los mismos lobos guardando el corral (Gerardo Muñoz Lorente, 2022).