Así nos llevan, con las encuestas sobre nosotros, más perdidos que un Atlas en el espacio sideral de las elecciones. Tal cual. Dicen que el hombre no puede vivir sin amor, eso es tirando largo. Porque hablar de unas elecciones y no tener una encuesta a mano para hacerte el camino más dulce, es como cruzar un desierto con una cantimplora con agua y sin sombrero.
¿Y el político?, ¡Ah! Amigo, ahí te quería ver. ¿Qué político puede vivir sin una encuesta que llevarse a la boca? Es que estos días, aparte de poner a parir al contrario, ¿Qué hacen cuando se quitan los zapatos por las noches?, pues mirar encuestas y en qué ranking están los suyos. Porque ¿del programa sabemos algo? No, sólo sabemos que es un cuaderno con más páginas que el libro de Petete, pero que da grima leerlas. Además, no se van a cumplir.
En unas elecciones “normales” hay encuestas de forma proporcionada, es decir, sin atosigar al personal, y sin abusar de los porcentajes. Pero estas elecciones del 21D son para hacer “puenting”, sin los elásticos de marras. Vamos, para tirarse por el puente y decir: ¡Pa habernos matao!
Cada diario con la suya, cada tele con sus tartas a repartir y cada loro con su pirata. Y los partidos en dos bloques, uno a cada lado de la alambrada intentando pinchar al contrario con el tridente del 155.
Si lo tenía todo visto, no es mi día. En el Nacional.cat, han hecho una reforma en la cocina y ha conseguido el hámster-encuesta. Una encuesta continua, que rula sobre sí misma, como una noria que siempre va llena de agua pero no es la misma a cada vuelta. La muestra se basa en 1.000 encuestas telefónicas, cuyas 200 del día sustituye a las 200 más antiguas, o algo así. Porque entenderlo, entenderlo, la verdad es que no muy bien, es para sacar nota. Aunque ellos dicen que es muy sencillo, y ya que van por el cuarto tracking. ¡Mande!
Yo, ciudadano de a pie, politizado por imperativo social, he decidido no contestar a ninguna, sea en presencia o por teléfono que es lo más in de lo in. Esto de hablar a través del quita vergüenzas es un adelanto. Pero lo que es una vergüenza del todo es que eso que le llaman Protección de Datos, no mete en cintura a las empresas que se dedican a elaborar listas, donde te meten, sin que tú lo autorices, o por lo menos lo cobres que algún beneficio tendrías.
Pero lo que es peor de todo este laberinto encuestador es que ya he perdido la inocencia sobre los resultados. Que no creo en lo que me presentan. Que los datos no me los creo ni pintándole filigranas por los bordes, como a los sellos.
Dos artículos me hacen reflexionar sobre esto de las encuestas. Cotarelo y Nebrera. Dos personajes contrapuestos, cuyas razones son interesantes.
El primero «Este es el verdadero sondeo” lo escribe Ramón Cotarelo en Palinuro. Da por sentado que el Sobresueldos acierta el resultado al 100% porque lo impone por la fuerza. Si gana el bloque unionista, constitucionalista, españolista o del 155, miel sobre hojuelas. En cambio si gana el bloque independentista y pretende implementar su mandato, el 155 lucirá su corona como reina del escenario, y como juez y parte dará un golpe con el mazo y se adjudicará el evento. Yo, mi, me, conmigo y el mochuelo a otro olivo. Así da gusto convocar unas elecciones.
Y continua diciendo: “El hecho de amenazar con el 155, además de buscar un efecto desmovilizador en el adversario, revela la desconfianza y el miedo del bloque del 155 de que el resultado numérico sea un triunfo independentista. La amenaza tiene un fundamento racional: no cabe respetar el resultado porque, siendo las elecciones autonómicas, dentro de la legalidad de la Constitución (que la propia Constitución ha suspendido mediante el 155), nada de lo que de él salga puede contravenir ese marco legal autonómico. Cualquier decisión que vaya más allá de las competencias de quien la adopte será un delito”. Un placer, maestro, leer tus crónicas, y entender los intríngulis de las cloacas.
Por otro lado, Montserrat Nebrera en El Nacional.Cat, escribe “¿Para qué sirven las encuestas? Y pone el contrapunto, cuando dice que no entiende “las previsiones que realizan como otra cosa que una forma de manipulación”. “El nivel de mentira que los encuestados incorpora la intención del encuestador, y la labor “culinaria” para intentar acercarse a una previsión fiable”.
Se mire como se mire, siempre hay una cocina que afina los resultados. Y si el Chef es el todopoderoso 155, apaga la luz y pongamos en marcha el vídeo de “Volver a empezar”.
(continuará)