Llegó la Amnistía aguijoneada por troyanos perversos
A finales de abril, Pedro Sánchez, epístola en mano, hizo una cabriola, de ida y vuelta, que duró cinco días, refugiándose en el convento de la Moncloa para hacer unos ejercicios espirituales y, de camino, reflexionar sobre lo vivido, en su vida privada y no tan privada, porque en el fondo vive a expensas del erario público, Y, a veces, hay que apechugar con los envites del “contrario”, aunque el comportamiento de este sea miserable.