Leer la obra Noticia de Cataluña, publicada en 1954, es sumergirse en un documental sobre la historia de Cataluña donde las imágenes se solapan entre lo bueno y lo malo de nuestro país. Entre lo que quería ser y lo que no pudo ser. Un pueblo campesino convertido en elemento social exclusivamente productivo por arte del Decreto de Nueva Planta.
Un ensayo histórico, dirían unos. Una declaración ideológica, llegarían a decir otros.
Quizás lo más difícil es separar al historiador de la propia historia que cuenta. Un hombre-puente entre sensibilidades catalanistas y el régimen franquista[1]. Un hombre puente entre la nueva metodología de la escuela Annales y la historiografía española.[2] “Porque Vicens fue, de hecho, el principal enlace o hilo de comunicación entre la historiografía española y la internacional.[3]
Habla en primera persona, se siente protagonista, como si hubiera vivido todos los episodios que narra. Y cuando se llega al final del ensayo, queda la sensación de que los hechos descritos no han pasado, sino que están aconteciendo en la actualidad, que estamos a las puertas de conseguir todo aquello que la historia y el Minotauro ha negado a Cataluña. Un mensaje de esperanza. Una lectura del pasado que ha mantenido viva la idea de Cataluña, a lo largo del tiempo. En resumen, una síntesis histórica sobre la identidad catalana.
Lo que me ha sorprendido del libro ha sido el hecho de presentar una obra de tales características en 1953, en plena censura franquista. Un historiador sancionado y depurado y en el punto de mira de una legislación represiva excepcional, defensora del Nuevo Estado. Su expediente sancionador se basaba en haber desempeñado la función de comisario-director. O, tal vez, sólo fue un simple soldado del bando de la República con la que se había identificado.
Me pregunto si era un desafío al nuevo orden, que la sublevación de 1936 impuso, o una incontinencia de su sentimiento catalán, o cuestionar las ideas propagadas por la cultura oficial y desautorizarlas (RIQUER). O quizás una provocación para que los historiadores entraran a debate. Porque está clara la intención política que encierra en sus páginas.
En cualquiera de los casos, consiguió que la obra no pasara inadvertida. Que tuviera una gran repercusión en el entorno intelectual de la época.
Nos explica, de forma magistral, cómo un pueblo europeo heredero del imperio carolingio, un pueblo de corredor, así lo llama, de paso entre dos mundos se va transformando en una Cataluña de frontera y mestizaje, continuamente colonizada, entre la Cataluña marinera y de montaña, entre el pragmatismo y el hecho revolucionario, para buscar su identidad sin desanimarse.
Nos habla del dilema del campesino: tierra o libertad. Tierra libre y hombres libres. Señalando al “hereu” como condicionante de la libertad al no poder romper la cadena entre el “señor directo” y el “señor útil”. La remensa como símbolo de servidumbre y la casa pairal, el reducto (masia) de los siervos de gleba.
El seny del catalán orgulloso y calculador enfrentado a la rauxa por la frustración de promesas incumplidas.
Resaltan en la obra una serie de elementos que, a lo largo de la historia, han influenciado en la forma de ser y de sentir de los catalanes, que han forjado su carácter y que han servido de fundamento para intentar una y otra vez insistir en mantener su propia identidad. Como los problemas que impidieron el avance de Cataluña como pueblo, las luchas por el poder político, la “recentralización”-palabra muy actualizada en el presente-, de las decisiones catalanas en la Corte borbónica, o lo que es lo mismo, la españolización de Cataluña.
Una Cataluña dotada de un arma muy potente llamada pactismo, que fue trascendental en la política de Cataluña. La esencia del pacto era: la fidelidad del señor hacia el vasallo y de este hacia el señor, de maestros y oficiales, de amos y jornaleros, de gobernantes y gobernados. Un pacto sin sumisión. Cuyas raíces son la franqueza y la libertad. Y los resultados están en el constitucionalismo, con un organismo velador del equilibrio entre lo pactado: La Diputación del General de Cataluña.
“El rey no era señor por el hecho de herencia sino por el juramento personal a las constituciones catalanas”.
Un pactismo que se enfrentó al Minotauro, ese poder del imperio feudal de Castilla con el que es imposible comunicarse, que se iba y volvía sembrando la frustración en el pueblo catalán.
Las once revoluciones catalanas que tuvieron lugar durante cinco siglos, como momentos de arrebato y válvulas de escape ante la opresión.
Otro elemento muy importante en la Cataluña de Vives es la Iglesia. Un compañero de viaje impuesto, incómodo y explotador que hacía el papel señorial en la vida del pueblo, al mismo tiempo que pretendía “sanar” sus almas, pero el primero prevalecía sobre el espiritual. Una Iglesia que se consideraba propietaria del “reino de España” y disfrutaba del vasallaje de sus monarcas.
Nos señala a una Iglesia rural preocupada por la rentabilidad de sus riquezas, y una iglesia urbana que acaparaba la sociedad por medio de la educación y la enseñanza. Y que a finales del siglo XV llegó al nivel más bajo de su corrupción. Hasta que llega la iglesia castellana, un poder dentro del poder, cargada de reformas y de control espiritual, invadiendo el país de comunidades religiosas (1575 y 1600), que terminan enfrentándose entre ellas hasta llegar a la expulsión de los jesuitas. Y cómo la Iglesia alcanza el nivel más bajo con las desamortizaciones de sus bienes, y cómo comienza a resurgir con el apoyo del pueblo. Que al desaparecer el papel señorial de la iglesia, el pueblo olvida los diezmos y las remensas y levanta al clero: “No fue Montserrat quien creó a la Cataluña actual, sino los catalanes quienes volvimos a dar vida a la montaña”, dice Vives en su obra.[4] En 1909 es una Iglesia más catalana que nunca y con preocupación social.
Nos muestra una sociedad de prohombres y gentes de bien. Una oligarquía feudal que intentaba disimular su lado oscuro de explotadora del campesino y de los remensas y sus familias, bajo el prisma de velar por el cultivo y por el desarrollo. Pero que se organizó ante el temor a una nobleza que diluyó en su mismo grupo de gobernantes.
Y sobre todo, un mundo obrero, donde el trabajo es el eje de la continuidad catalana, el único refugio colectivo. La herramienta nos ha llevado a la menestralía como concepto de la vida, y el gremio es un aparato corporativo importante en la historia política, social y económica. Reemplazado por el sindicalismo, convergiendo en un movimiento obrero con dos vertientes: la societaria y cooperativista, de carácter moderado y la sindicalista y colectivista, más radical que la anterior. Un obrerismo reivindicativo reprimido de forma tan violenta que fue llevado a la clandestinidad.
Nos enseña la guerra de Sucesión como una revolución iniciada por la aristocracia que dio la espalda al pueblo llano y lo dejo en medio de un conflicto de dos absolutistas, dividiendo a la sociedad catalana en dos bandos, con una línea intermedia llamada miedo: miedo a la revolución y los que no lo tenía.
Critica la problemática castellana y las razones de Cataluña para no embarcarse con Castilla en una misma navegación, porque no era buen negocio. Y el desencuentro de la aristocracia, burguesía e Iglesia catalanas intentando negociar (en 1600) con una monarquía castellanizada: “los canes de Castilla”, visión que se tenía de Castilla.
No deja de hablar de la decepción de los catalanes por los franceses, y por los saqueos de las huestes de Mazarino, provocando un clamor popular que acabó en la Guerras de los Segadores (1640-1650)
Y como acotación de esta obra-ensayo, son interesantes las críticas que vierte hacia los pensadores españoles, expresamente a Ortega y Gasset y su obra “España Invertebrada”, a la que tacha de falta de rigor histórico, que está cargada de explosivos nacionalistas, donde este señala que “sólo cabezas castellanas tienen órganos adecuados para percibir el gran problema de la España integral”. La unidad de España a debate entre los seguidores de Ortega y Gasset y los que están al lado de Vicens Vives, e insinúa que podrían haber sido los califas invasores los que impulsaron una verdadera plataforma de unidad excluyendo los territorios cristianos.
Transforma la Reconquista en un elemental deseo de independencia.
El ideario goticista se abre a muchas interrogantes en esta época de los años 50. Interrogantes que la obra conjunta de Abilio Barbero y Marcelo Vigil, en 1965[5], sobre los orígenes sociales de la Reconquista, vuelve a activar las teorías de los historiadores que se mueven bajo el prisma franquista, y renace a primeros del siglo XXI con autores que los refutan, como F. García Fitz, Martín F. Ríos Saloma o Josep Torró, entre otros.
Y declara a una Cataluña al frente de todo movimiento ideológico.
[1] Artículo publicado en el diario El País, 11/02/2010.
[2] Congreso Internacional de Ciencias Históricas, en París, en 1950
[3] RIQUER Permanyer, Borja de. Entre la historia y la política. Jaume Vicens Vives y el complejo compromiso de un intelectual durante el franquismo. Conferencia titulada «Jaime Vicens Vives, un intelectual comprometido en la España de los años cincuenta », en el Palacio del Condestable de Pamplona, el 12 de enero de 2011, dentro del ciclo titulado «In memoriam Jaume Vicens Vives. Política, economía y cultura en la España de los años cincuenta », organizado por la Universidad Pública de Navarra, la Asociación Española de Historia Económica y el Instituto Gerónimo de Uztáriz.
[4] VICENS Vives, J. Noticia de Cataluña. PP. 76
[5] BARBERO, Abilio y VIGIL, Marcelo. Visigodos, cántabros y vascones en los orígenes sociales de la Reconquista. 1965.