La semana se presenta movida, y no sólo porque hay un temporal que se llama Gloria, que vaya nombrecito que le han puesto, que tiene al país patas arriba, con vientos por todos lados, sin que falte la nieve y la lluvia, sino también porque el escenario político tiene “eventos borrascosos” que parece no querer dejar títere con cabeza. Desde la derecha “bufant i fent ampolles”, en como rodean al enemigo de “coalición” sin importar que el ridículo sea un pin en la frente, o una ley para ilegalizar los partidos que no gustan a la ultraderecha, derecha y centro, ¿E os galegos que? (Suso de Toro) y…, o lucir un analfabeto político en la primera línea del partido. La cuestión es mostrar el “poderío” genético heredado de una Alianza Popular, que no voto la Constitución pero que la ha tomado por las mandamientos de la Ley en el Monte Sinaí. Y los lanzarán contra los adoradores del “becerro de oro” de las “hordas de izquierda”.
Hasta la izquierda va enseñando las puntillas de las enaguas para dejar claro que va muy bien fajada, o vestida. Y terminamos entrando de lleno en el juicio contra el Major Trapero y su equipo por la actuación de los Mossos durante la jornada del 1-O. No la actuación en el atentado de Barcelona y Cambrils (A17) que allí fueron héroes.
Pero antes paso a comentar una película recién estrenada en las salas cinematográficas que me ha intrigado por la similitud de actuación de la prensa y autoridades norteamericanas con las actuaciones policiales y judiciales, de aquí, que participan en el “procés”.
Se trata de la película “Richard Jewell” dirigida por Clint Eastwood, que no deja indiferente a los espectadores y a los que están más allá, como son los medios de comunicación, que ven destapadas sus vergüenzas para obtener información policial y después publicar “noticias fakes”.
Trata sobre el atentado del 27/07/1996 en los Juegos Olímpicos de Atlanta, donde un vigilante de seguridad avisa de una mochila sospechosa y dio tiempo, antes de que explotara, de evacuar gran parte de la gente que había en un concierto en el Centennial Park, evitando una gran masacre, con 2 muertos y 111 heridos. El protagonista, Richard Jewell, es reconocido como un héroe, pero después lo “acusan” de ser el autor de poner la bomba y sufre un proceso de acoso y derribo por parte de la prensa que filtra información confidencial sin pruebas contrastadas y por otra parte, las autoridades gubernamentales que presionan para obtener resultados favorables. Todo porque un director de colegio informa al FBI sobre el carácter “extraño” de Richard, según su opinión, y de una opinión a un proceso de acoso.
Después de muchos vericuetos y no encontrar ningún tipo de pruebas, el FBI lo cita para interrogarlo, una vez más, y le hacen preguntas capciosas, con vocabulario para confundirlo y que se reconozca culpable, hecho que él lo niega una y otra vez. Aunque lo interesante, para mí, es al final del interrogatorio cuando R. Jewell les devuelve el interrogatorio con unas preguntas:
- ¿Puedo hacerles una pregunta a todos ustedes?
- ¿Si tienen algún tipo de caso en contra mía? Me refiero a las pruebas. Como ¿algún rastro de algo en el Tupperware de mi mamá? ¿O encontraron algún material para hacer bombas en mi apartamento? ¿O encontraron algo?
- Yo… Solía pensar que las fuerzas de la ley federal eran la cosa más alta a la que una persona podría aspirar. Y ya no estoy seguro de pensar eso, ¿saben? No después de esto…
- Entonces ¿si tienen algo de lo que quieran acusarme?
El final de la historia, no de la película que no lo dice, es que después de destrozarle su reputación, al cabo de seis años el autor del atentando (Eric Rudoph) se confiesa, pero ya es tarde para el vigilante consiga tener una vida dentro de la normalidad, porque ya no es posible resarcirle del daño causado a su reputación.
Y de pronto, como quien no quiere la cosa, me viene a la memoria el “caso Judas”, la detención de 9 jóvenes acusados de “planear acciones violentas” y de pertenecer a una organización (Equipos de Respuesta Técnica- ERT) hasta ahora desconocida, además de pertenecer a CDR’s, Comités que desde hace tiempo la policía de Tres Cantos, Pérez de los Cobos es su guía espiritual, intentan convertirlos en organizaciones terroristas. La incomunicación en que se vieron envueltos, la no facilitación de un abogado como corresponde, la creación de un relato de terrorismo, la prensa hablando de explosivos y de terroristas, la Audiencia investigándolos por rebelión y terrorismo, y la Fiscalía ( Fiscal Carballo) asegurando que ultimaban acciones terroristas con explosivos en Cataluña. Y al final, la puesta en libertad, a los tres meses, con unas fianzas exigidas por la fiscalía, (Supongo que hasta que “encuentren” un relato más cercano al terrorismo, o sedición que está muy en moda), pero con unas pruebas tan “poco creíbles” como el Tupperware, donde la mamá de Richard le ponía la comida. Eso sí Richard dispuso de un abogado desde el primer momento presente en todos los interrogatorios.. Aquí la cosa pinta a bastos.
Ya lo dijo Ekaiser en FAQS: “El juicio a Trapero es un fraude y se tendría que celebrar, incluso por las reglas de la Audiencia Nacional, en la Audiencia Provincial de Barcelona”.
Hablar de los jueces y fiscal que están presentes, es jugar la misma partida que ellos quieren que juguemos. El juicio es al independentismo catalán y utilizarán los rehenes que crean convenientes y con los delitos que ya tienen prefijados. No olvidar que la sedición es el próximo delito que entrará por la puerta grande en Código Penal de la mano del P$O€, junto al de rebelión, y no para rebajar las penas como dicen los “políticos” progresistas y así no habrá rendijas por donde se pueda colar la declaración de independencia. Y la ministra vocera mayor del reino ha tirado pelotas fuera cuando le han recordado la promesa de Sánchez en campaña, de “volver a penalizar la convocatoria ilegal de referéndum”, que según la ley actual no está penalizada. Todos a una por la unidad de la patriagrandeylibre. Y Podemos engrasando la idea de que el gobierno es “progresista”, con la muletilla de los “nuevos tiempos”
Y llegando hasta aquí: “Bueno, pues molt bé, pues adiós”.