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Comentario: Una época de calentamiento. Conocimiento del año mil

La imagen de un pueblo aterrado por el fin del mundo  en el Año Mil que nos llega, después de pasar por el crisol de intelectuales del siglo pasado, pero que no ha perdido seducción influenciada por los historiadores y arqueólogos de los siglos XVII y XVIII.

Georges Duby se centra en torno al uso de la escritura durante medio siglo, entre el 980 y 1040. Que a pesar de las inestabilidades políticas, del maltrato que sufrieron los grupos de la cultura, que había quedado casi oscurecido después del 860. Se produce un florecer de la escritura que nos permite conocer algo de la historia del Año Mil.

Nos habla de la importancia que tuvieron las cartas en su conjunto: títulos de decisiones reales, cartas o noticias referidas a transferencia de posesiones, actas, etc. Es un período donde el pergamino reemplaza con facilidad al papiro permitiendo, una mejor conservación. Fueron muy utilizados por los monjes, ya que muchos de ellos garantizaban sus prerrogativas, los títulos y privilegios reales, las cartas de donaciones… Por ello la mayor fuente era la eclesiástica. Importante son” los archivos de la abadía de Cluny, donde hay  más de mil documentos.  Interesantes porque permiten vislumbrar como se establecían las jerarquías de los estatutos personales, como se anudaban los lazos del vasallaje, como crecían los patrimonios, y arrojan también curiosas luces sobre la explotación de las grandes fortunas territoriales”.”

Es de señalar que las bulas y cartas pontificias otorgadas a la abadía de Cluny y a toda la «Cluniacensis ecclesia», fueron editadas por primera vez en París en 1680, bajo el título «Bullarium sacri ordinis Cluniacensis» Probablemente su editor fue Pierre Simon, prior claustral de San Marcial de Aviñón y secretario del capítulo general de Cluny. La colección reúne unos 500 documentos, casi todos de origen pontificio, que datan de los años 928 a 1668; así como una lista de todos los monasterios asociados a la abadía de Cluny por acuerdos de confraternidad.

Nos remarca la necesidad de estudiarlas por conjuntos o series, puesto que por separado no dan la perspectiva y extraer todas sus enseñanzas.

En cuanto a la literatura, nos dice que estaba empobrecida, reducida a pequeños círculos de letrados y para su uso exclusivo. Imitan a los modelos latinos de la Antigüedad. Se entiende esta actitud porque sabemos que a los monjes de Cluny, en Cuaresma, les daban estos tipos de libros históricos. “Servían para ayudar de dos maneras a esa gran obra cuyos talleres eran por entonces las abadías: la construcción del reino de Dios. En primer lugar ofrecían ejemplos morales; y además daban testimonio de la omnipotencia de Dios”.

Nos explica la tipología de géneros históricos:

  • Los anales, donde se apuntaban año por año los principales acontecimientos conocidos: Annales Floriacensis (abadía de Fleury) de Saint-Benoit-sur-Loire.
  • Las Crónicas, son anales con forma literaria: El Chronicon Novalicense (1050). Dos cronistas destacados: El obispo Thietmar de Mersebourg y Ademar de Chabannes, monje y después sacerdote.
  • Como obras históricas los Libros de Milagros. compuestos en la grandes basílicas de peregrinación. Aimoin de Flery, autor de El Historia Francorum, es una historia de los francos desde sus inicios a Pepino el Breve, escrito con el propósito de apoyar la afirmación de los Capetos al trono y de los Libros 2 y 3 de la Miracula Sancti Benedicti.
  • Las verdaderas Historias: “Una historia de normandos”, Cuatro libros de Historia de Richer de San Remigio Y otro monje, indócil e inquieto, Raoul Glaber, que completaría en Cluny, cinco libros de historias.

Dan testimonio de la evolución y la cultura los personajes que señala en el texto.

El renacimiento carolingio impulsa al episcopado, las catedrales y las escuelas que de ellos dependían. En 840, cuando estaba dando sus más bellos frutos, todos los grandes hombres – todos los grandes escritores – eran obispos. Pero la bella época de los obispos termina a finales del siglo X.”

Sólo figuran el nombre de dos obispos, que son prelados reales: Thietmar, ligado a los reyes del Este, los emperadores sajones y Adalberón, dependiente del rey del Oeste, Roberto de Francia.

Tietmar fue obispo de Merseburg y cronista  que entre  los años 1012 a 1018 escribió un “Chronicon” o Crónica. (Ocho libros) que se ocupa del período comprendido entre 908 y 1018. Donde relata la historia de Sajonia durante los reinados de los emperadores Otón III y Henry II con bastante detalle.

Adalberón hizo una división de sociedad en tres órdenes. El primer orden, el eclesiástico, en un solo cuerpo. Un segundo orden, el de los nobles guerreros, que protegen a la iglesia y defienden al pueblo y el tercero y último, el de los siervos, que están para trabajar y dar provisión y alimentos a los hombres libres. Es decir, la ciudad de Dios es una realidad triple: Unos rezan, otros luchan y otros trabajan. La estructura social que Adalberón defiende en la Alta Edad Media estuvo vigente -con cambios- durante ocho siglos más. Desaparecería a finales del siglo XVIII en Francia y durante el XIX por el resto de Europa debido a la acción de las revoluciones burguesas.

Aldaberón tuvo un papel importante en la nueva dinastía reinante, ya que un tal Gerberto de Aurillac (futuro Papa Silvestre II) le aconsejó y favoreció el nombramiento de Hugo Capeto(De la frase roi à la chape, le gustaba distinguirse de los caballeros de la época llevando una capa de corte peculiar. es llamado el Capet).

Para Georges Duby: “El año Mil es  sin duda, otra vez, el tiempo de los monjes. Todos los historiadores citados se formaron en monasterios”.

Y resalta la crónica de Ademar. Ademar de Chabannes (988-1034), monje, historiador. “… describe en el libro tercero de su Crónica, como fue descubierta en Saint Jean-d’Angely, en Saintonge, la cabeza de San Juan Bautista, reliquia naturalmente muy prestigiosa. Guillermo el Grande, al regreso –dice- de pasar la Pascua en Roma, ordenó que la pieza fuera exhibida, lo que trajo consigo que acudieran el rey Roberto y la reina, el rey de Navarra, el duque de Gascuñes, Sancho, Eudes de champaña, condes y príncipes, con obispos, abades y toda la nobleza de sus tierras” (CARLOS LALIENA CORBERA, 1993, P 495).

Hace observaciones sobre una sociedad extremadamente jerarquizada: tropas de esclavos, un pueblo campesino carenciado, sometido al poder de unas cuantas familias emparentadas. Que sólo están pendientes de sus riquezas, del palacio, de las reliquias de los santos y de las moradas de Dios.

Son unos textos escritos para alabar a los que Dios había encomendado conducir al pueblo. Tal como retrata de forma imperial, Ademar de Chabannes a Guillermo el Grande duque de Aquitania. En cambio para el estudio de la economía o de la sociedad, los escritos quedan relegados.

A pesar de hacer una crítica sobre la poca aportación de estos textos al conocimiento de los castillos, ni sobre el nuevo grupo social de ese momento, Georges Duby deja abierta la puerta al conocimiento de la mentalidad cerrada, existente en el colectivo de historiadores atrapados entre los muros de los conventos , con una visión deformada del mundo exterior.

Bibliografía:

http://www.uni-muenster.de/Fruehmittelalter/Projekte/Cluny/Bullarium/Explic-s.htm

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